Publicado: 17 de Noviembre de 2017

Veamos a modo de síntesis, algunos de los lugares por los que vamos a transitar en un proceso de separación.

La separación emocional

Hay problemas entre nosotros, me doy cuenta de que no nos entendemos y de que no somos felices. Nuestro modo de acercarnos es discutiendo o con reproches sobre lo que no nos gusta. Ya no espero nada de ti, simplemente me dedico a resignarme y a hacer mi vida sin contar contigo. La separación emocional es el proceso interno y vivencial de pérdida en la que aparecen las etapas que están en cualquier duelo, como son la negación de lo que está ocurriendo, la confusión, la tristeza, la rabia o el enfado y la aceptación. Esta última no implica el resignarse, sino una elaboración psicológica compleja, y da como resultado una respuesta serena de aquello que antes nos dolía.


La separación física

Para los padres comienza una de las etapas más duras: separarse de sus hijos y tener que comunicárselo. Aquí puede surgir el miedo a perderles, a verles sufrir o a que se sientan culpables. Es recomendable hablar con ellos y permitirles que expresen todo lo que necesiten. El divorcio en sí mismo no tiene por qué ser causa de problemas psicológicos en los niños. Supone un acontecimiento muy difícil y triste, pero con ayuda de los padres y si éstos les acompañan en su vivencia, lo asimilarán y podrán vivir felices adaptándose a la nueva situación. Por el contario sí influye mucho y negativamente el hecho de convivir con unos padres que no se quieran, que discutan o que no se respeten, ya que los niños van absorbiendo toda esa tensión. Si mantenemos durante mucho tiempo una situación así, el niño aprenderá que el relacionarse con los demás es a través de discusiones un vivirá en un ambiente carente de afecto.

La familia como sistema en el que cada uno tiene su lugar y en el que ejerce un rol, también se resiente ya que cualquier cambio pequeño le hace moverse de un modo otro. La separación es un cambio muy grande ya que sí conlleva una ruptura de este equilibrio y se alteran los lugares que ocupaba cada uno y al mismo tiempo se van creando espacios vacíos. Se necesitará de un tiempo para que cada uno vuelva a encontrar su lugar y exista así un nuevo equilibrio diferente al anterior pero que aporte estabilidad y sostén.

¿Se lo contamos a los niños?

1 Siempre hay que hablar con los niños y explicarles lo que sucede. No importa si lloran o si se sienten tristes en ese momento. La situación que atraviesan nunca les va a quitar su autoridad como padres. Lo importante es que sepan estar por si ellos necesitan consuelo o apoyo o si quieren expresar lo que

sienten. También es bueno que intenten no descontrolarse, para que los niños no tomen el papel de protectores y escondan lo que están viviendo. Se les debe adelantar a los niños la situación que se avecina. La realidad puede ser dolorosa, pero es más sano y menos angustioso que la incertidumbre. La verdad ayuda a mitigar la amenaza que se siente y las tensiones acumuladas. El hecho de no saber, hace que el individuo se angustie y que en su cabeza vaya creando historias mucho más amenazantes, sin posibilidad de recibir ayuda. La palabra siempre cura, calma y aclara, nos permite expresar lo que hay dentro y da permiso a los niños para que también expresen.

Ambos padres deben humanizar su separación, explicarla con palabras y no guardárselo para sí mismos en forma de una angustia inexplicable, que solo se manifestaría en estados de ánimo, depresiones o conatos de excitación que el niño siente como un debilitamiento de la seguridad de sus padres.

Algunas cosas más que pueden ir bien:

  • Por la noche, antes de dormir, no es un buen momento pues podría alterar el sueño, ni tampoco es oportuna las horas de las comidas, ya que puede ocasionar asociaciones con estos momentos y ocasionar problemas alimenticios.
  • No asustarse si los hijos lloran o se enfadan. Es lo natural ante una noticia dura y dolorosa. Como padres hay que hacer un esfuerzo adicional para estar ahí y consolarles y permitir el desahogo sin esconderlo. Si no se hace, se corre el riesgo de que se vaya formando una herida y sin la posibilidad de que cuenten con la ayuda paterna para facilitarles una cura-
  • Hay que cuidar la herida el tiempo que cada hijo necesite. El momento de hablar con ellos será un tiempo sin reloj, ni exigencias y teniendo presente que vuestra unión como pareja se ha roto pero vuestra unión como padres continúa.
  • No es bueno decirles todo en un día, para que no se sobrecarguen con toda la información y puedan ir asimilándolo poco a poco.
  • Durante las conversaciones es importante facilitarles toda la información que requieran y que les afecte o les vaya a ayudar. Sería positivo plantearles cómo será su vida de ahora en adelante, que cambios van a tener, cuánto tiempo van a estar con uno y con otro. Por supuesto habrá detalles que todavía no sabéis o tenéis claro. No importa. Se les puede decir que todavía no habéis decidido, pero que se lo diréis en el momento que lo sepáis.
  • No siempre las horas posteriores a la noticia son las más difíciles. Hay veces que el niño reacciona como sino le afectara. No dejéis de dialogar con él, tantas veces como se necesite. Abandonarle en sus miedos y fantasías supone un sufrimiento interno muy intenso y la semilla de posibles problemas posteriores en su forma de funcionar en el cole.
  • Explicarles a los hijos la realidad significa ajustarse a la verdad dentro de lo que el niño pueda comprender sin que le produzca un daño en su vida, según su edad. Los niños esperan tener una explicación realista.
  • No hay un remedio rápido o mágico para que los niños no sufran ante la noticia de que sus padres se separan. El sentirse triste es parte de un proceso natural que todos sentimos cuando perdemos algo o a alguien.
  • Lo insano es, ante una situación dolorosa, actuar con un sentimiento de agrado o como si no hubiera ocurrido nada. Si le enseñáis a expresar y a sentir sin esconder lo que vive será menos doloroso porque se sentirá acompañado y apoyado.

Como hemos ido viendo vivir un divorcio conflictivo es causa directa de problemas en su desarrollo emocional y cognitivo, pudiendo aparecer conductas regresivas o que se estanquen en etapas donde ha empezado sus problemas.

Un divorcio conflictivo es aquel en el que los padres funcionan más desde el rol de pareja que de padres, hablando a los niños de uno de los padres, haciéndoles elegir entre uno y otro, haciendo que se sientan culpables, que carguen con nuestros problemas, no dejando que expresen lo que sienten...


“El Síndrome de Salomón”

El niño partido en dos

María Barbero – María Bilbao